23 de julio de 2014

NO HAY NADA DE MALO EN TI, Y JAMÁS LO HUBO.

Amigo, desde el principio, nunca estuviste mal.
No naciste para ser pecador. Nunca estuviste destinado a ser basura espiritual. Nunca hubo una falta fundamental en tu vida.
Tan sólo fuiste enseñado a pensar eso. Otros trataron de convencerte de que no eras lo suficientemente bueno, por el simple hecho de que ellos tampoco se han sentido lo suficientemente buenos. En tu inocencia, y sin ninguna evidencia de lo contrario, les creíste. Así que invertiste todos esos años tratando de arreglarte, purificarte y perfeccionarte a ti mismo. Buscaste poder, riqueza, fama e incluso iluminación para probar que eras un "yo" valioso. Te comparaste con otras versiones de un "yo", y siempre te sentiste o superior o inferior, y todo eso se convirtió en algo sumamente agotador; trataste de lograr metas inalcanzables, trataste de vivir a la altura de una imagen en la que ni tú realmente creías anhelando siempre tu propio descanso.
Pero como podrás darte cuenta, siempre fuiste perfecto, desde un principio. Perfecto en tu total imperfección. Tus imperfecciones, tus manías, tus defectos, tus rarezas, tus muy singulares sabores era lo que te hacía tan adorable, tan humano, tan real, tan fácil de identificarte. Incluso en tu imperfección, siempre fuiste una perfecta expresión de vida, un amado hijo del universo, una completa obra de arte, única en el mundo y digno de todas las riquezas de la vida.
Nunca se trató de que construyeras un perfecto "yo". Siempre se trató de que estuvieras, fueras, perfectamente Aquí, perfectamente tú mismo, en toda tu divina extrañeza. "Olvida tu oferta de perfección", Leonard Cohen canta: "Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz."
Jeff Foster


14 de julio de 2014

AMOR.

En “El Banquete”, de Platón, dice Sócrates:
“El hombre que practique los misterios del amor entrará en contacto no con un reflejo, sino con la verdad en sí. No hay mejor ayuda que el amor para alcanzar esta bendición de la naturaleza humana.”
Durante toda mi vida he hablado del amor de mil maneras diferentes; sin embargo, el mensaje ha sido siempre el mismo. Sólo hay que darse cuenta de algo fundamental: no se trata del amor que tú consideras amor. Ni Sócrates ni yo estamos hablando de ese tipo de amor.
El amor que tú conoces no es más que una necesidad biológica; depende de tu química y de tus hormonas. Puede cambiar fácilmente: basta un ligero cambio en tu química, y aquel amor que considerabas la “verdad última” desaparecerá sin más. Hasta ahora has llamado “amor” al deseo. Hay que tener presente esta diferencia.
Sócrates dice: “El hombre que practique los misterios del amor…” El deseo no tiene ningún misterio. No es más que un simple juego biológico; cualquier animal, cualquier pájaro, cualquier árbol lo conoce. Por supuesto, el amor que tenga algún misterio será totalmente diferente del amor al que estás acostumbrado.
“El hombre que practique los misterios del amor entrará en contacto no con un reflejo, sino con la verdad en sí.”
Este amor que se puede convertir en un contacto con la propia verdad es algo que sólo surge de tu conciencia; no de tu cuerpo, sino de lo más profundo de tu ser. El deseo surge de tu cuerpo; el amor surge de tu conciencia. Pero la gente desconoce su conciencia, y de esta manera se perpetúa el malentendido: confunden el deseo carnal con el amor.
Hay muy pocas personas en el mundo que conozcan el Amor. Son aquellas que se han vuelto muy silenciosas, llenas de calma… y que, como fruto de ese silencio y de esa paz, han entrado en contacto con lo más profundo de su ser, con su alma. Una vez que entras en contacto con tu alma, tu amor se convierte no en una relación sino, sencillamente, en tu sombra. Dondequiera que vayas, con quienquiera que vayas, estás Amando.

Osho

10 de julio de 2014

DESDE ANTES...PARA SIEMPRE.

Tú y yo nos llamábamos en el silencio.
Nos recorríamos en la distancia.
Nos encontrábamos en los sueños.
Nos conocíamos en los versos.
Nos teníamos sin llegar a tocarnos.
Nos abrazábamos sin sentir el latir de los cuerpos.
Tú y yo nos encontramos aún antes de hallarnos.
Nos parimos felices después
de tanta ausencia, de la distancia.
Tú y yo. Yo contigo.
Hoy. Desde antes. Para siempre.
 Olga Saín
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